Pr. Ap. Simón Padilla
|
Estoy sentado en mi lugar del avión a
punto de despegar y comienza como siempre todo el proceso rutinario de
despegue. Lo he oído y visto tantas veces que automáticamente dejó de poner
atención y comienzo a divagar en mi mente pensando en la necesidad de comprender
los tiempos y sus cumplimientos.
Al finalizar las demostraciones toma la
palabra el capitán con la explicación de la altitud, velocidad y tiempo de
vuelo, pero añade algo fuera de programa: "nos informan que en la ruta
habrá abundante nubosidad y algunas turbulencias, pero recuerde que las
atravesaremos a 900 km/h, y estoy seguro que las condiciones a medida que nos
acerquemos al destino van a mejorar". Ese es un comentario anormal para
los fríos y monótonos informes de cabina, así que de pronto me doy cuenta que
más bien estoy escuchando la voz de Dios en vivo y directo.
NADA QUE VER
Uno de los grandes retos cuando
iniciamos a caminar por una palabra de Dios que hemos recibido, es aprender a
movernos sin ver nada de lo que se nos ha sido prometido.
"Ver para creer" dice el
adagio popular comunmente aplicado a la actitud de Tomás (el incrédulo), aunque
sabemos que el principio de la fe sería mejor: CREER PARA VER.
Pero cuantos Tomás encontramos hoy (por
no decir que podríamos ser nosotros mismos) que necesitan ver para creer, o ver
para avanzar, o ver para apoyar, para ser felices, o para tener paz. Si sabemos
desde el principio que habrá mucha nubosidad en el camino, no debería haber
angustia cuando no podamos ver nada.
VOLANDO POR INSTRUMENTOS
Pero, ¿Cómo puede el capitán tan
descaradamente decir que la mayor parte del camino no va a poder ver nada de la
ruta? La respuesta es tan sencilla que puede pasar desapercibida: LOS PILOTOS
NO VUELAN POR LO QUE VEN, VUELAN POR SUS INSTRUMENTOS.
De la misma manera, debemos comprender
que cuando comenzamos a avanzar en nuestros proyectos de fe, tenemos que
aprender a movernos por los instrumentos que nos dan la palabra escrita y
revelada, la intimidad con el Señor, la sensibilidad a su voz, el discernimiento,
las voces proféticas y el aprender a escuchar la voz de nuestros padres en la
fe. Estos instrumentos serán el GPS que te mostrará la ruta y te guiara hacia
el destino correcto sobre todo en los momentos en los que no alcanzas a ver
nada en la ruta que transitas.
PREPÁRATE PARA LAS TURBULENCIAS.
Mientras sigo escribiendo, ya pasaron
unos veinte minutos del vuelo y habla de nuevo el capitán: "es importante
que permanezcan sentados y con sus cinturones de seguridad abrochados todas las
fases del vuelo. Hoy, por causa de las turbulencias no vamos a ofrecerles
nuestro acostumbrado servicio de bebidas".
He dicho últimamente que en los días que
vivimos, la seguridad del ser humano es más una sensación que una realidad. Por
ejemplo, a una joven universitaria le da miedo salir sola de clases a tomar un
taxi en la noche y le pide a su novio que la acompañe. Las probabilidades de
que la atraquen no disminuyen en nada (a menos que sea novia de Rambo, claro)
pero ella se siente más segura.
Ese es el problema básico del hombre de
hoy: Necesita sentirse seguro. El problema es e la sensación de seguridad se
las da el dinero, el estar rodeado de mucha gente, los lujos, escoltas,
contactos, instituciones y todas esas cosas que de un soplo desaparecen, y lo
único que no da esa sensación de seguridad es lo que es realmente seguro, la
palabra de Dios. Eso fue lo que el profeta Habacuc entendió cuando hablaba de
que aún si le faltaban todas los elementos que lo hacían sentir seguro, el
igual se alegraría en el Dios de su salvación, porque lo hacía andar en sus
alturas.
En los momentos de turbulencia y
nubosidad extrema, es la palabra que hemos recibido, esa que nos movió a hacer
lo que estamos haciendo a la que debemos aferrarnos como cinturón de seguridad.
Eso implica abandonar la seguridad de las emociones para adentrarnos en la
justicia de la fe.
Constantemente veo en la escritura que
cada vez que Israel estaba en turbulencia lo primero que Dios les hacia ver,
era cómo habían olvidado el pacto con Abraham, cómo los saco de la esclavitud,
les abrió el mar, los sostuvo por cuarenta años en el desierto y los introdujo
en la tierra prometida. Dios siempre les mostró que olvidaban ver el cuadro
completo y se distraían de la palabra que los direccionaba, haciéndoles ver que
"el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día
de Jesucristo".
David solía decirse: "Bendice alma
mía al Señor y no te olvides de ninguno de sus beneficios. Acuérdate de donde
te sacó..."
Cuál es la palabra que te sostiene? Cuál
fue la palabra de envío que inició toda esta travesía? NO LA OLVIDES! Escríbela
en él espejo del baño, ponla en el techo sobre tu cama, pégala detrás de tu
puerta, repítela, ahora vuélvela a repetir y repítela una vez más para que nunca
se te olvide que no saliste porque te provocó sino porque Dios te envió, y eso
amigo mío, es un verdadero cinturón de seguridad en momentos difíciles.
CASI A UN MILLÓN DE METROS POR HORA
Nos hemos acostumbrado a repetir que los
días que vivimos son días acelerados, por lo que debemos comprender que aún los
tiempos de turbulencia en días acelerados vamos a pasarlos a toda velocidad.
No nacimos para vivir en turbulencia, ni
para sufrir, ni para llorar. No podemos permitir que una piedra en el camino
nos enseñe el destino. Hay una tradición milenaria que tiene que terminarse de
romper en nuestra generación y es creer que Dios se agrada más cuando tú
sufres.
Solemos creer que Dios se agrada más
cuando llegamos a nuestro destino después de un viaje sufrido, que cuando vas
en la primera clase de un avión. Algo si es cierto, la determinación por llegar
al destino se manifiesta en momentos de turbulencia, pero eso no significa que
cuando todo va bien, no hay determinación. Una cosa nunca debes olvidar: SEA
FÁCIL O DIFÍCIL, TUS DÍAS SON ACELERADOS, Y TODO ESTO VA A PASAR A CASI UN
MILLÓN DE METROS POR HORA.
CADA VEZ SE PONE MEJOR
Tal como lo dijo el piloto así fue.
Cuando avisaron que iniciábamos el descenso para aterrizar, pude ver por la
ventana un cielo despejado y las luces de las casas alrededor. La nubosidad se
fue, la turbulencia paso y de pronto todo se calmo. Cinco minutos después
llegamos a nuestro destino.
El tiempo que comenzamos a vivir es un
tiempo turbulento, vamos a ver cambios, aperturas, movimientos, crecimiento y
honra pero va a ser en medio del valle de sombra de muerte, que es donde están
los angustiadores.
Prepárate para ver a Dios obrar como
nunca a tu favor mientras tus adversarios son avergonzados en la misma acción.
Es un tiempo para resistir, porque para ser honesto los días que vienen no van
a ser más fáciles, pero si mejores para nosotros. No olvides que estamos a las
puertas de grandes milagros, y la única forma de que algo sea milagroso es que
primero haya sido humanamente imposible.
Un abrazo,
Simón.
Extraído de prsimonpadilla.blogspot.com
Pr. Ap. Simón Alberto Padilla
CCN San Cristóbal-Táchira-Venezuela